Independiente supo sufrir ante Talleres, ganó y se entusiasma con los futuros refuerzos
El Rojo padeció frente a un oponente que mereció empatar, pero se lo vio más seguro y confiado; la inminencia de las llegadas de Iván Marcone y Rodrigo Aliendro genera optimismoIndependiente tuvo una de esas noches que ya se desacostumbró a vivir. No por el juego, que fue muy dispar, pero sí por el resultado, un muy laborioso e inmerecido 1-0 sobre Talleres por la segunda fecha de la Liga Profesional, y sobre todo porque el horizonte futbolístico parece empezar a despejarse, contra todo pronóstico.
No hay malaria económica, crisis institucional ni decepción deportiva que pueda con la ilusión que despierta en el hincha –cualquier hincha– la llegada inminente de un par de refuerzos que le alimenten la fe. Por primera vez en mucho tiempo, lo previo a un partido en el Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini no estuvo acompañada por quejas contra la directiva sino rodeada por un halo de esperanza.
Dos hombres que no estaban sobre el césped, Iván Marcone y Rodrigo Aliendro, concentraron el interés antes de que empezara a rodar la pelota. Ninguno de ellos ha firmado su contrato, y si finalmente lo hacen no podrán jugar hasta julio, pero si a eso se suma la buena actuación contra San Lorenzo en el debut se entiende que antes del choque con Talleres las sonrisas le hayan ganado incluso al frío gélido de la noche de Avellaneda.
Después, el juego les repartiría naipes de todos los colores a los simpatizantes del Rojo. Tuvo ramalazos interesantes en el primer tiempo el equipo dirigido por Eduardo Domínguez. Ocurrían si Juan Cazares lograba conectarse con Lucas Rodríguez y Leandro Fernández por la izquierda; también si en algún momento de la circulación de pelota alguno de ellos encontraba precisión para descubrir la llegada al vacío de Lucas Romero o Alex Vigo. Como a los 14 minutos, cuando Fernández dejó mano a mano al ex jugador de Vélez y de Cruzeiro y Rafa Pérez salvó sobre la línea del arco.
De a ratos, por ahora sólo de a ratos, se ve un Independiente mejorado respecto al que pasó con más pena que gloria en los meses iniciales del año. Con un cambio de diseño en el planteo y algunos rendimientos individuales claramente mejorados –el Perro Romero, Fernández, Poblete, Vigo–, el equipo aparece un poco más seguro al manejar la pelota y más confiado en las fuerzas propias.
Claro que no queda a salvo de las zozobras, que también las hubo. Más aparentes que concretas en esa primera mitad, en algunos casos provocadas por el rival, y en otros, por falencias propias.
El portugués Pedro Caixinha, un fanático de la táctica, está diagramando movimientos que vale la pena observar. Talleres es agresivo, aprieta arriba, abre bien el campo con los laterales y los volantes externos y hace correr el balón con frescura en la zona media. Tiene el mismo problema que aqueja a la mayoría de los clubes argentinos: carece de jerarquía en los metros finales. Le cuesta traducir en ocasiones claras lo bueno que genera más atrás, y cuando lo hace, no acierta en la definición, como sucedió con un derechazo de Gastón Benavídez y un cabezazo muy débil de Federico Girotti.
Sufrió Independiente en la recuperación en ese lapso, se vio superado varias veces por su costado izquierdo, pero resistió gracias a algunas coberturas oportunas de Gerónimo Poblete y la acumulación de gente alrededor de su área. Y del otro lado encontró un gol en su segunda aproximación. A los 26 minutos, Romero quedó libre para capturar un rebote a la salida de un córner y remató de sobrepique, y la pelota rozó en Enzo Díaz y se metió junto al palo zurdo del arco de Guido Herrera.
Las sensaciones que dejaron los 45 minutos iniciales se acentuaron tras el descanso. Talleres se hizo cada vez más dueño del desarrollo, por superioridad numérica en la mitad de la cancha y persistencia en el empuje para alcanzar la igualdad. Incluso fue más profundo y sumó oportunidades. Sergio Barreto le negó el gol sobre la línea a Michael Santos a los 5; un remate de Matías Esquivel se perdió apenas alto a los 20 y el arquero Milton Álvarez –de muy buen desempeño– le desvió un zurdazo enroscado que buscaba un ángulo a los 25.
Independiente debió resignarse a aguantar y salir de contraataque. Y también en ese aspecto pareció más sólido que en tiempos recientes. Barreto recordó al central prometedor que surgió el año pasado, falló menos que lo habitual Juan Manuel Insaurralde, Poblete se las ingenió muy bien para tapar varios de los agujeros que el mejor juego del equipo cordobés provocaba en el medio y, aunque por instantes la pasó mal, el local padeció menos que lo que se podía deducir por el dominio del rival.
El Rojo, que había merecido ganarle a San Lorenzo en el estreno y debió conformarse con el empate, esta vez supo sufrir y terminó llevándose el triunfo. Sí, es cierto que Talleres hizo méritos de sobra como para igualar, pero que se lo expliquen a la gente de Independiente, que en esta época de vacas flacas terminó quitándose el frío a todo grito y festejo, abrazada a esa ilusión que despiertan los tan anhelados refuerzos por venir.